A la mayoría ANGOLA os sonará a África, pero aquí en Luisiana tiene un significado muy diferente.
Cuando contaba las horas previas al huracán Gustav, hice referencia a la amenaza del gobernador de Luisiana, Bobby Jindall, a quienes se saltaran el toque de queda durante los cortes de luz: dijo que los enviaría directamente a Angola, “Y que Dios se apiadara de ellos”, o algo así.
Y es que Angola es la prisión de alta seguridad de Luisiana. Es donde vas si eres un asesino peligroso (hay un par de asesinos en serie que "actuaron" en Baton Rouge y alrededores). Es una cárcel grande, con más de 5000 presos… de los cuales el 70% están condenados a cadena perpetua (unos 3500), y el 1.6 (unos 80) a pena de muerte. Puedo hacerme una idea de lo que la amenaza, aunque fuera sólo un farol, significa: imaginad entrar, aunque sea por una temporada corta, en una cárcel de la que 3500 hombres, por bien que se porten, NO SALDRÁN NUNCA… imaginad las bandas, las mafias, las palizas… y todo lo que vemos en las películas… imaginad que sólo la mitad sea verdad.
Bueno, pues estuve en Angola.
No, no fui preso, sino espectador, ya que en Angola se celebra el “Prison rodeo” más antiguo de los EE.UU. , y Ángeles y yo fuimos hace unas semanas. Habíamos reservado, por supuesto, pues las entradas se agotan rápido.
Yo había leído cosas sobre el rodeo, y sobre la cárcel (la página web: http://www.angolarodeo.com/ ), y aún así era como una aventura. Acercarse a la prisión ya lo fue un poco: muchos coches, colas inesperadas. Llegando ya, un policía en quad revisaba una tubería de desagüe. Nosotros preparábamos la documentación, que, erróneamente, pensábamos que nos iban a pedir. Entrar fue fácil: seguir las instrucciones de unos voluntarios de uniforme hasta dejar el coche en un campo enorme, a medio kilómetro del recinto del rodeo. Allí se quedaron la cámara y los móviles, prohibidos en el perímetro de la cárcel (eso hace que se desate la imaginación: piensas en fugas preparadas con las imágenes de un visitante, cuando en realidad seguramente es por cuestiones de derechos…). Nadie nos pidió los documentos, ni siquiera las entradas. Compramos algo de comer y fuimos a buscar los asientos reservados. De repente me asusté, pensando en la posibilidad de un ataque de asma por la cercanía de tantos caballos. Pero por fortuna no fue así (me había tomado una pastilla preventiva), y pude disfrutar del espectáculo, no por esperado menos sorprendente: en directo las coces y brincos de los caballos por domar y los toros gigantescos son más espectaculares. Hay que decir que los participantes en el rodeo son presos, que llegan y se van en fila india (¿por qué se llamará así?), y además una parte del público, una sección de la grada, cerrada y con paredes y techo de rejas , eran presos, de uniforme azul clarito y con caras de pocos amigos, supongo que premiados por su buena conducta con entradas gratis al rodeo.
Como decía, los diferentes números del espectáculo, que ya conocía, resultaron bastante distraídos: los pocos que conseguían aguantar esos escasos segundos en la grupa del caballo o toro enfurecido, los batacazos enormes (un par de presos salieron en ambulancia), incluso el payaso o los titís montados sobre perros pastores… pero lo que todos esperábamos llegó al final: la partida de póker. Cuatro presos juegan al póker en medio de la plaza, y se suelta un toro de casi una tonelada, que se va directo hacia los presos, no sé si con afán de curarles la adicción al juego. Gana el último preso en levantarse, aunque para ello tenga que ver acercarse a esa mole o ser embestido, poniendo en peligro su vida. Por supuesto, todos aplaudimos al insensato héroe. Y el colofón es el número más peligroso, si cabe. Le colocan al toro más bravo y más grande una ficha de póker enganchada en la frente. Hay una treintena de presos correteando por la plaza… y gana (nada menos que $1000!) el que se la quita. Para eso se tiene que poner DELANTE MISMO de esa mole, y tener la frialdad suficiente para realizar la maniobra precisa para llevarse la moneda. Y uno lo consiguió, sano y salvo. Fue felicitado por todos, y supongo que todo el público se preguntaría lo mismo: para qué le iba a servir ese dinero en la cárcel… y luego, con un poco de imaginación, ayudados por esas imágenes cinematográficas, podemos encontrar bastantes respuestas.
Acabó el espectáculo, y antes de ir al coche se pueden comprar manualidades de todo tipo hechas por los presos (algunas muy interesantes). Y se acercaba el principio del fin de la aventura: la vuelta. Nada más llegar al coche la cola para salir estaba parada, y cuando vimos que seguía parada diez minutos después decidimos dormir una siestecita. Un cuarto de hora más tarde la cola seguía más o menos igual. En ese momento supe que se haría de noche antes de salir de allí. Y así fue: aunque un amable funcionario en un quad nos dijo que había otra salida, y que diéramos la vuelta, eso no impidió que tardáramos más o menos una hora más en salir del recinto de la prisión…
1 comentario:
Los americanos de cualquier atracción de feria montan un espectáculo inigualable.
El dinero en la carcel será para poner un montepio a la mujer.
Durante la estancia en la carcel la hacen un plan de pensiones y si esta dentro de esos 3500 elegidos, pues para toda la vida, la mujer contenta, para el cole de los nenes.
El rodeo se promocionará como forma legal de suicidio. Si se mata un preso, como su partcipación es voluntaria no pasa nada. Es una forma de desmasificar las cárceles. ¡¡Lo que no inventen los americanos¡¡
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