GUSTAV – DESPUÉS DE LA TORMENTA (fotos más abajo)
Gustav supuso para mí el bautizo de fuego a nivel organizativo: nunca antes había coordinado la evacuación de nadie.
Las noticias durante la semana eran preocupantes, Gustav ganaba fuerza y amenazaba ser “La madre de todas las tormentas”, como llegó a definirla el alcalde de Nueva Orleáns. El alcalde no quería correr riesgos, y decretó pronto la evacuación voluntaria de la ciudad (viernes) y obligatoria (sábado noche), con toque de queda incluido. Muy finamente, en la rueda de prensa instó a los habitantes de N.O. que “sacaran el culo de allí”. Y para los que quisieran aprovechar la evacuación para saquear casas y comercios, lanzó una advertencia contundente: los que fueran pillados saqueando no iban a pasar por comisaría, sino directamente a Angola – creo que ya comenté algo de esta prisión: es donde van los asesinos y los peores criminales, más del 90% de los reclusos NO SALDRÁ NUNCA. Por eso tenía fuerza la amenaza del alcalde, que redondeó con una sonrisa irónica diciendo: “Y que Dios los bendiga”…
Antes incluso de que se hiciera pública la evacuación, el Cónsul de España en N.O. me encargó que les dijera a los profesores que tenemos en la zona de Nueva Orleáns (unos 10) y en otros distritos cercanos a la costa (otros 5) que salieran pitando. Luego el Agregado de Educación en Miami, mi jefe, me encargó que hiciera un seguimiento de todos los profesores españoles del estado: adónde iban, cuándo llegaban… Algunos aprovecharon para hacer turismo (Chicago, Memphis, Nashville), otros fueron hacia el norte del estado, hacia zonas más seguras, alojándose en las casas de otros profesores. Hubo uno que se tomó la cosa a broma al principio, y hubo que convencerlo. Otra dijo que se quedaba y se perdió el contacto. Un par de días más tarde apareció un mensaje en el que decía que estaba en México. Para entonces todo el mundo (incluso desde España) estaba pendiente de esta chica, que todavía no debe de saber el revuelo que se armó.El siguiente tema era qué hacer yo. La tormenta podía pasar por Baton Rouge, y era más que probable que se fuera la luz durante un tiempo. Por otro lado, la perspectiva de ir vagando solo por Luisiana hacia el norte, a buscar un sitio donde alojarme, se me hacía más que cuesta arriba. Tras varias horas de deliberación conmigo mismo, con el Cónsul (que me decía que me fuera), el Agregado, y otros españoles, decidí quedarme.
Creo que tomé la decisión correcta, aunque Gustav, por su parte, decidió a última hora girar hacia el norte y pasó directamente por Baton Rouge. Fueron unas horas de incertidumbre. Mientras mantenía el contacto con los profesores desplazados, con el Cónsul y el Agregado, el viento empezó a soplar con fuerza. Con muuuuucha fuerza. Veía ramas pasar, golpear las ventanas, llenar la calle. Veía el pino que hay junto a mi casa balancearse, y esperaba que no cayese encima de ella. Todo eso se puede ver en las fotos que voy a colgar.
Mientras tanto, atendía a la prensa española, que se había enterado de la existencia de profesores españoles en la zona y esperaban historias dramáticas. Hablé con el gabinete de prensa del Ministerio de Educación, me entrevistaron de Canal 9, en directo para los informativos de RNE, el Mundo digital, el ABC… La verdad es que estuve muy entretenido, y no tenía mucho tiempo para pensar en la tormenta. Como era de esperar, a media ésta se fue la luz. Seguía funcionando el móvil, pero el teléfono fijo ya no. Tras varias horas, el viento amainó, y pude salir a la calle. Árboles caídos, ramas por todas partes… pero ninguna casa parecía seriamente dañada.
Empezaba el post-huracán. Se supone que todo el mundo se había preparado para esto. Pronto se hizo de noche, y se empezaba a sentir el apagón. Oscuridad total. Alguna linterna, alguna vela en el vecindario… Como para quitarle importancia, hice más o menos lo que habría hecho otro día: practiqué con la flauta (una nueva afición), hice pesas en mi mini-gimnasio, y preparé la cena. Me había propuesto hacer algo caliente, así que encendí fuego en la chimenea (me costó muchísimo) y calenté sopa en una lata, como los vaqueros o los mendigos. Me supo a gloria. Luego no fue difícil dormir con la oscuridad absoluta… y con tapones, para amortiguar el ruido del viento (que seguía, aunque con menos fuerza) y del generador de un vecino.
Al día siguiente salí a dar una vuelta por el barrio. Árboles caídos por todas partes, pero no se apreciaba la verdadera magnitud del desastre. Por la radio (una radio a manivela, especial para apagones largos) se empezaban a conocer datos: el apagón afectaba a casi dos millones de personas, más de la mitad de Luisiana. En Baton Rouge los efectos eran peores que los de Katrina, había cientos, quizá miles de árboles caídos, algunos encima de casas, y con ellos los postes y cables de la luz. Esto es algo que no acierto a comprender: aquí hay huracanes cada dos por tres, y caen siempre los tendidos eléctricos. ¿Por qué no los entierran? Hoy por fin he oído hablar del tema a una senadora por la radio… El problema parece ser que aquí todo funciona por compañías privadas, y ninguna está dispuesta a asumir el gasto… ¿Y no es mayor gasto ir reparando líneas caídas cada vez? La senadora lleva un tiempo proponiendo que se entierren las líneas… ¿lo logrará? Este tipo de asuntos lo hemos visto mucho en las películas americanas. Sólo salen adelante si alguien lo toma como cosa personal y lucha contra todos los enemigos: políticos, empresas poderosdas, intereses, corrupción... Quizá algún día veamos esto convertido en una B-movie...
Volvamos al post-Gustav: iban llegando más datos: en Baton Rouge, algunas zonas tenían luz, otras podrían recuperarla en unos días… y otras TARDARÁN SEMANAS, QUIZÁ MESES. Cuando ya he salido con el coche he podido ver más desastres, casas destrozadas (ver las fotos)… he visto más de una docena de ellas con un árbol incrustado en el tejado. Es espeluznante. Creo que murió un matrimonio en un caso así, y otro asfixiado por usar un generador dentro de casa…
Lo más sorprendente, por otro lado, es el civismo de la gente: como ya comenté, cuando no funciona un semáforo, el cruce se convierte en un cruce de 4 señales de stop, es decir: se turnan los conductores educadamente, y el tráfico es fluido. Es increíble ver eso en cruces de dos calles con cinco carriles cada una… y funciona.
Lo peor es que, al no haber luz, a partir de las 8 (en otras zonas a partir de las 6) hay TOQUE DE QUEDA. La amenaza, si no hay un motivo urgente por el que debas estar en la calle, la misma que en Nueva Orleáns: directamente a Angola. No sé si habéis vivido un toque de queda… aunque algunas zonas recuperen la luz y haya bares y restaurantes abiertos, tienen que cerrar antes de las 8, y Baton Rouge se convierte en una ciudad fantasma, donde sólo se escuchan algunas sirenas de ambulancias, algún helicóptero… y los molestísimos generadores de algún que otro vecino.
Y en ésas estoy: casi a oscuras, esperando que puedan empezar pronto a arreglar las líneas de luz de esta zona… aunque tal como las he visto, ya me he resignado a que van a pasar semanas.
Pero sobreviviré, no os preocupéis.
Un abrazo,
Antonio
4 comentarios:
Me encanta tu crónica... y ¡QUE HUEVOS DE QUEDARTE TUVISTE!! pero muy bien pq así nos lo cuentas en vivo y en directo. Me alegro de q todo saliera bien ¿y Eñe??????? tic preocupà... Besos
Buenos dias desde aquí.
Parece una experiencia espeluznante. Tuviste mucha sangre fria el decidir quedarte y asumiste mucho riesgo, pero supongo que lo pensaste mucho.
Te imagino una especie de "caza-tornados-huracan man" tras la foto que te hará ganar el Pulitzer.
Supongo también que será duro ser responsable de tantas personas, aunque sólo sea informativamente.
La galeria de fotos una pasada.
Mucha luz y mucha suerte.
Continua en contacto. Besos.
PD: Estamos embarazados y se llama PABLO
Óscar, Sonso, enhorabuena!!
Eñe está bien, con el mismo morro que siempre... la verdad es que no tengo ni idea de adónde se mete con todo el huracán...
Besos de un superviviente
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